En la sesión de la ONU realizada días atrás, donde la gran mayoría de los países integrantes votaron una resolución rechazando la validez del referéndum separatista de Crimea -bajo ocupación militar de la Rusia de Putin-, el embajador del régimen evista Sacha Llorenti se alineó con la minoría (11 naciones entre 193) que optó por respaldar la secesión de esa región de Ucrania.
Una vez más, Bolivia actuó en bloque con el “club de las dictaduras”, entre las que se encuentran la siniestra tiranía estalinista de Corea del Norte, el régimen homicida de Nicolás Maduro y el gobierno autoritario de Robert Mugabe (Zimbabwe), personaje al que varios analistas comparan con Evo Morales.
La actuación del represor de Chaparina pone sobre el tapete las contradicciones del gobierno boliviano en torno a la cuestión del separatismo, calificativo que fue usado ampliamente para estigmatizar y judicializar a opositores autonomistas del oriente y sur del país, cuando estos en realidad impulsaban un modelo moderado inspirado en las autonomías españolas, de carácter semi-federal.
La misma doble vara se hizo visible tras las confesiones del vicepresidente Álvaro García Linera, que en un ensayo impreso a costa del erario público declaró que en sus tiempos de integrante de la banda terrorista del EGTK “manejaba la opción de crear el Estado Aymara”, es decir, la secesión de una parte del altiplano.
Tal parece que, para los “jacobinos” en el poder, ciertas ideas son buenas cuando ellos las esgrimen, pero la sola sospecha de que algunos opositores puedan asumirlas las convierte en pecado mortal.
- fuente: EjuTv
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